El profesor de Hyde Park

El camino estaba señalado por las copas de los árboles que estaban completamente desnudas; todo estaba teñido de un festival monocromático donde las nubes abrazaban a las ramas −que sin hojas−, tenían alma, pero no mostraban vida.

En ellas ya no estaban suspendidas las palomas; tampoco deambulaban por ahí los patos colorados de antaño. Ahora, en esa ciudad que hibernaba ya no por la espera de la primavera, sino por la terminación del coronavirus, sobrevolaban cornejas negras y cuervos que hacían guardia a las sombras.

Él, iba apareciendo lentamente desde Marble Arch y su presencia solitaria, contribuía a atestiguar la ciudad fantasma que la pandemia había convertido...

 

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Simón Levy