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Se le están acabando las horas al sistema que nos convirtió en servidumbre de paso de Norteamérica, apoyado por la globalización económico-financiera y un capitalismo malentendido e importado, que ha llevado a la decadencia política, a la caducidad de un régimen de corrupción y al saqueo sistematizado. Su elixir fue el mal uso del capital privado que llegó al extremo de hacer valer la regla: “el que paga manda”. Al mismo tiempo está la gigantesca fábrica de deuda pública que en lugar de financiar el desarrollo propició frecuentes crisis económicas a las que México se enfrentó.
Ahora, en la ecuación para crecer con prosperidad hay que quitar la variable de la deuda y sustituirla por productividad para generar riqueza pública. Rompamos la idea de un Estado depredador o privatizador (que así se ha comportado) por uno capaz de hacer lo que Kotler decía: actuar en lo estratégicamente correcto y no en lo inmediatamente rentable.
2017 / Editorial Porrúa